De la guitarra de la 423


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03 diciembre 2010

Irene Light quiere más a Irene Burton :)

19 abril 2010

Nunca dije que te fueras en serio (I)

Ella se retuerce por el suelo frío y húmedo de la habitación. El dolor de las muñecas parece sobresalir entre las punzadas del resto del cuerpo. Se las han atado, con una cuerda rasposa y dura. La sangre le ha salpicado los brazos y el rostro. Ella pareció no darse cuenta.
Lleva 15 horas encerrada en apenas 3 metros cuadrados.No hay luz, apenas unas rendijas que se cuelan por debajo de la puerta. El frío se le ha encajado en los músculos, y ella lucha por mantener lúcida su mente, por no dormirse y quedarse más indefensa de lo que está. Lucha por que el frío no le llegue al corazón.
No recuerda nada, salvo el momento en que se despertó de golpe, cuando la arrojaron allí, maniatada y entumecida. Sabía donde estaba, en un trastero de aquel Hotel tan antiguo.
No quiere llorar, no quiere darse por vencida. El silencio no la afecta, aún puede oírse los latidos del corazón, aún puede escuchar su propia respiración. Sabe que jamás dejará de estar consciente si piensa en él, en todo lo que pasaron juntos. Como cuando él la abrazó por primera vez, y ella no quiso pensarlo tanto, aunque no pudo evitar sonreír al notar sus brazos rodeandola. O como cuando estaban agarrados, apretados en medio de una multitud, y podían respirarse. Ella quería saber que pensaba él de su proximidad, pero no dijo nada. Solo, quiso que aquello durara tanto como para poder soñarlo.
Con el corazón palpitando, baja la guardia. El frío penetra en sus ventrículos. Se desmaya, con su mirada grabada a fuego en la retina. Lo último que piensa antes de abandonarse a la inconsciencia es que tal vez hubiese podido haber algo, si hubiera aprovechado lo que tenía.

12 abril 2010

La bailarina entre el polvo de las esquinas (II): Enciérrate en tu propio sueño

Lucille se levantó, con la voz rota y los ojos destelleantes, con las manos apretadas, y sus labios formando una línea tensa, que o bien contenía lágrimas o un grito de victoria. Salió de la habitación con sus zapatillas de ballet puestas y un sencillo traje blanco, con la melena suelta y la mirada desafiante.
Empezó a bailar en el pasillo, tranquila, rasgando el aire con sus suaves movimientos, rápida como una centella, en dirección a ninguna parte. No había nadie en los corredores, y sus movimientos empezaron a ser salvajes, pero delicados, fuertes y frágiles a la vez, destilando ternura en cada parpadeo. Lucille no abrió los ojos ni una sola vez, mientras jugaba, veloz como un rayo de luz, con su futuro si todo salía bien.
Respiraba sin hacer ruido, intuyendo el camino hacia el auditorio donde bailar hasta que sus miembros dejaran de responderle, mientras su danza se agitaba cada vez más y más, y ella giraba tan rápido que ´solo su sombra, blanca y roja se intuía entre las paredes poco iluminadas del Hotel.
Descendió por las escaleras con suaves saltitos, con una sonrisa afilada en los labios, y abrió una puerta. La atravesó con un giro y siguió bailando, con sus preciosas bailarinas rojas en los pies, lanzando destellos escarlatas como si fueran estrellas en su último estertor, como si fuera una herida por la que la sangre no deja de escapar.
La puerta se cerró, y el cerrojo de fuera también. Lucille no se dio cuenta de nada, ensimismada en su danza, sin percibir que jamás podría salir de allí. Estaba en uno de los sótanos del Hotel, vacíos y olvidados, encerrada en su propio baile, soñando con un futuro de riquezas y felicidad que había quedado atrapado en el resquicio de la puerta.
Ella se agitó una última vez, comprendiendo que no podría salir de allí, y se encogió, apoyada en una de las paredes, en una reverencia a la vida, en un saludo a su cárcel.

P.D: La foto no es mía.